"Ichi Efu (1-F: Fukushima 1 / Ichi-F)"(2013): memorias radioactivas

El 11 de marzo de 2011 se registró un terremoto de grado 9 en la escala de Ritcher que afectó a la costa este japonesa, castigando sobre todo a la prefectura de Fukushima. Aproximadamente una hora después del terremoto se produjo un tsunami que terminó por completar la tragedia, pues provocó la explosión de los reactores 1 y 3 de la central nuclear de Fukushima, así como del edificio del reactor 4, provocando un desastre nuclear que dura hasta hoy. Una hecatombe de esa magnitud sin duda que es un tema que tarde o temprano sería tratado en el ámbito del cómic. Al igual que otras tragedias, como el lanzamiento de la bomba atómica, el accidente de Chernobyl o los atentados del 9/11, Fukushima ha inspirado a un puñado de artistas, que han publicado varias obras centradas en la desgracia. Uno de ellos es Ichi Efu, manga que repasamos a continuación, y que entrega una visión única al asunto.
Ichi Efu —según la traducción de la española Norma Editorial—, también conocido como 1-F Fukushima 1 —traducción de la editorial Ivrea Argentina—, o Ichi-F:A Worker's Graphic Memoir of the Fukushima Nuclear Power Plant —en su edición estadounidense—, es un cómic japonés cuyos capítulos fueron publicados entre 2013 y 2015 en las páginas de la revista Morning de la editorial Kodansha, compilándose posteriormente en 3 tomos. Esta serie, de demografía seinen, de carácter autobiográfica y documental, narra el día a día del autor tras unirse a los cuerpos de voluntarios que se encargarían de colaborar en las zonas afectadas. La obra está firmada por Kazuto Tatsuta, aunque se sabe que este es un pseudónimo de un mangaka, que trabajó en persona en las labores de limpieza y desmantelamiento.
Kazuto es un joven autor que tras finalizar sus estudios universitarios se dedicó a trabajar en distintos empleos de medio tiempo, mientras intentaba conseguir éxito como autor. Tras el terremoto de 2011, decide dejar su trabajo y unirse a los grupos de voluntarios que ayudarían en las zonas afectadas, siendo asignado a la inestable central nuclear Fukushima 1. A través de esta historia, el autor nos relata los pormenores y las actividades de limpieza que, junto a sus compañeros, realizó a lo largo de los seis meses que los índices de radiación le permitieron permanecer en la zona. Un manga de no ficción encarado desde una mirada periodística realista y descarnada, que busca poner luz sobre una de las tragedias más grandes sufridas por el pueblo nipón.
Un manga autobiográfico es un método interesante para explorar el evento, particularmente por su enfoque más bien mundano. En lugar de ser una historia dramatizada del tsunami o las horas angustiosas cuando las cosas comenzaron a salir mal, Tatsuta cuenta la historia de su papel personal como parte del equipo de limpieza. Contada en una serie de viñetas ambientadas en varios puntos de sus múltiples períodos en el sitio de recuperación, Ichi Efu ni siquiera tiene una narrativa lineal tradicional. Son recuerdos personales de un trabajo, aunque único y a veces peligroso, sin ninguna progresión clara o desarrollo de personajes. Si esperas un relato ficticio con acción de alto octanaje, una epopeya de desastres o un impresionante thriller político lleno de giros y vueltas, tendrás que buscar en otra parte. Para alguien que es un mangaka capaz, y que ha trabajado en uno de los lugares de trabajo con más presión del planeta, es desarmante lo mundano que es a veces su relato.
Sin embargo, es precisamente esta cotidianidad la que le da a la obra una fuerza única. El autor tiene una mente muy aguda para el detalle, dando vida a su obra con una vívida especificidad. Su alcance como artista es particularmente notable, con diseños de personajes algo caricaturescos, pero llenos de expresividad sutil, un trabajo arquitectónico verosímil, e incluso calidez en sus exagerados detalles cómicos ocasionales. Ya sea que esté hablando de las capas y capas de equipo que tenían que usar dentro de la zona irradiada, los agotadores viajes de ida y vuelta al lugar de trabajo todas las mañanas o incluso la banalidad de completar el papeleo para solicitar trabajo a diferentes contratistas, Tatsuta muestra al lector esa realidad con un detalle tan exhaustivo que es difícil no quedar absorto.
Y realmente, ese no es un término que utilice a la ligera. Rara vez podríamos decir que es fascinante ver a alguien vestirse, desvestirse y vestirse para el trabajo hasta el infinito, pero ese es el efecto que produce a lo largo del tiempo. Ver a Tatsuta detallar cada capa de sus trajes protectores, mostrar cuáles deben desecharse y explicar qué sucede cuando se detecta radiación durante uno de los numerosos puntos de control, te sumerge en la experiencia de una manera que es a la vez identificable y extraña. Ichi Efu existe en la intersección de lo mundano y lo fascinante, lo monótono y lo excepcional. El autor lleva al lector en un viaje a través de una de las tareas más increíbles para el resto de los mortales, sin dejar de recordarnos nunca que, al fin y al cabo, es un trabajo.
Tatsuta se limita a los detalles, pero no evita por completo la reflexión personal. Gran parte de su obra se centra en transmitir su experiencia cotidiana de una manera más bien imparcial. Dado que el tema trata de la respuesta a gran escala al desastre de Fukushima, resulta sorprendente al principio lo apolítico que es el creador, pues el simple hecho de hablar de Fukushima tiende a evocar temas como el ecologismo, la seguridad energética, la respuesta del gobierno y los efectos de la lluvia radiactiva. Si bien su obra no elude por completo esas discusiones, en general está desconectada de ese discurso. El autor admite que no formó parte de la respuesta inicial —le llevó meses conseguir un trabajo y llegar al lugar— y que su objetivo es compartir la experiencia cotidiana de los trabajadores que realizan la limpieza real.
Desde ese punto de vista, puede que a un buen puñado de lectores les parezca una lectura aburrida. A ratos, es excesivamente técnica, y de cierta manera, nos vamos haciendo ilusiones que suceda algo extraordinario, lo que nunca ocurre.
Sin embargo, también momentos de crítica esparcidos por todas partes. La mayoría de los juicios más agudos van dirigidos a los medios y a la percepción pública de los acontecimientos. El periodismo sensacionalista es frecuentemente criticado como una forma de que los comentaristas ganen grandes titulares, mientras que el autor insiste en que la verdad de lo que está ocurriendo es mucho más profunda. Incluso los contratistas que frecuentemente engañan a los trabajadores, exageran la verdad sobre los pagos y cometen otras prácticas poco recomendables, reciben una mejor reputación que los periodistas. La principal preocupación de Tatsuta no es la ética de la respuesta al desastre ni las implicaciones ecológicas más amplias en relación con la energía nuclear, sino más bien retratar las realidades de cómo ha progresado el trabajo en el sitio de Fukushima. Ichi Efu se esfuerza mucho para discutir cómo, de todos los actores involucrados en la limpieza, el menos volátil es la radiación.
Porque, en palabras de Tatsuta, la radiación es honesta. La radiación es comprensible, cuantificable, medible y sistemática. No es una energía caótica que provoca mutaciones en las personas por arte de magia o que ataca inesperadamente a los incautos. Averiguar a qué nivel de exposición se ha estado es una cuestión de matemáticas, no de magia, y cada trabajador tiene una cierta cantidad de exposición a la radiación que se calcula en función de las operaciones diarias, los períodos anuales y la exposición a lo largo de la vida. La radiación en el sitio de Fukushima no es una fuerza aleatoria que afecta a cada persona de manera diferente; es constante, uniforme, y afecta universalmente a todos los que están en el sitio sin prejuicios ni preferencias. La radiación no actúa por motivos o intereses; es una fuerza natural que no se diferencia de la gravedad. Nosotros existimos junto a ella, y ella a nosotros.
A medida que el lector explora Ichi Efu, ese es quizás el giro más sorprendente de los acontecimientos: la radiación es la menor de las preocupaciones de Tatsuta. Como es tan matemática, tan procedimental, no hay miedo asociado a ella. Hay miedo de no poder pagar el alquiler, a la mala gestión humana, al sensacionalismo, a perder la historia, a no cumplir los plazos. Pero no hay miedo a la radiación en sí. Sorprendentemente, desde su perspectiva, el verdadero obstáculo para el autor es el malentendido en torno al trabajo en Fukushima. Parte de esto se puede atribuir a un error humano; gran parte proviene de la desinformación activa difundida por partes que tienen algo que ganar con el furor. Son los humanos los que son el elemento volátil, la variable peligrosa en la ecuación, no la radiación. Los contratistas exageran. Los medios inflan. La gente engaña. Pero no la radiación.
En conclusión, aunque a priori Ichi Efu no llame mucho la atención —no hay artistas marciales ni seres con poderes en su portada—, solo con leer la sinopsis ya debería suscitar interés por el tema que trata, no por nada este tipo de obras documentales que traten un tema tan interesante y reciente como es el caso de este desastre nuclear de Fukushima, no abundan en el mercado. Así, nadie a quien le interese la historia debería pasar de largo, y al menos debería intentar acercarse a ella con cierta curiosidad.
Ichi-F resulta ser un manga sólido, algo caótico en su narrativa, pero muy interesante y aleccionador. Con un grafismo curioso, pero un nivel de detalle y documentación de primera mano por parte del autor, es un documento que, valga la redundancia, es único en su especie. Una obra que traspasa la barrera del entretenimiento, y en definitiva, muy recomendable.