"Chernobyl" (2019) de Craig Mazin: cuando la verdad nos alcance
Chernobyl, la miniserie de HBO, ha terminado. Alejada —o mejor dicho, opacada— del ruido de productos más evasivos de la misma cadena de cable, en concreto el final de Game of Thrones, la miniserie creada por Craig Mazin deja una increíble cantidad de preguntas atingentes, aun después de haber una brecha de más de treinta años con la catástrofe real que la inspira.
El desastre ocurrido en la central nuclear de Chernóbil ha generado igual cantidad de preguntas como piezas de ficción alrededor de ella. Existe un sinnúmero de libros, serie de televisión, películas y juegos de video que exploran o extrapolan el desastre que asoló la Unión Soviética en abril de 1986.
Todo esto ha sido gracias a varios documentos que daban testimonios de lo ocurrido, escritos por algunos de los desafortunados protagonistas involuntarios de la tragedia. El aporte de la misma Unión Soviética no es desestimable, gracias al continuo secretismo durante y después de la crisis, que alimentó la imaginación de varios que trataban de llenar espacios que la censura no dejaba ver.
Chernobyl de HBO pretende dar luz a los hechos reales de la mano de sus propios protagonistas. La idea de la miniserie es revelar el desgarrador alcance de la tragedia, el cómo ocurrió realmente y los héroes y villanos que salieron a flote.
Para lograrlo, Craig Mazin se vale de una paleta de personajes reales que estuvieron demasiado cerca de la radiación y los pone bajo diferentes roles dentro del universo que se genera en un país como la Unión Soviética en plena Guerra Fría.
Se podría decir que los protagonistas son Valeri Legásov, Boris Shcherbina y Ulana Khomyuk. Cada personaje representa ciertos elementos sociales que deberían hacer eco en la opinión pública. Legásov —un increíble Jared Harris— es el científico encargado de contener el desastre con la ayuda de Shcherbina —Stellan Skarsgård más grande que nunca— que es el representante del gobierno y el que está realmente a cargo de la situación. Shcherbina es un miembro del Partido Comunista que debe velar por los intereses del Estado en medio de una situación única en la historia de la humanidad. Ambos personajes, conforme pasen los episodios, generarán una amistad obligada por los acontecimientos que decantará en el tema principal de la miniserie: el costo de las mentiras que decimos y que decidimos creer.
Para poner un poco de contexto, Chernóbil era la representación del poder soviético. Era una ciudad moderna, impulsada por la energía nuclear que los soviéticos habían dominado sin la ayuda de nadie. Era el sueño comunista que brillaba junto con la conquista espacial de Yuri Gagarin, 20 años antes. Cuando el desastre ocurre, esa posición de superioridad se quiebra y el estado soviético se ve en la necesidad de mentir para mantener dicha posición. Esto acarreará una reacción increíblemente lenta en los primeros días del desastre, costando miles de vidas que hasta el día de hoy no han sido documentadas por el ya disuelto gobierno soviético.
Varias escenas apuntan a esto: la tardía evacuación de los alrededores de la planta nuclear, el trágico y alargado aseo de los restos radiactivos en los alrededores o el rechazo de la ayuda proporcionada desde el exterior, a pesar de que la crisis podía erradicar cualquier vida en gran parte del territorio europeo. Esta posición tan tozuda del gobierno es representada perfectamente por las reuniones del partido lideradas por Mijaíl Gorbachov y su consejo de estado. Shcherbina está alineado con la posición del gobierno, pero al exponerse a la crisis junto a Legásov terminan por quebrar su relación estrecha con el partido.
Las ideologías “superiores” no tienen cabida en un desastre como el ocurrido en Chernóbil. Había que poner una pausa a la propaganda y esto nunca se hizo, dejando a Valeri Legásov y Boris Shcherbina como los principales testigos del precio que se pagó en los eventos que se sucedieron tras la explosión del reactor.
El tercer actor dentro de la miniserie es Ulana Khomyuk, una científica nuclear creada especialmente para la miniserie —una de las pocas licencias creativas de los creadores— y que tiene como misión el dilucidar qué fue lo que provocó la explosión y evitar que se vuelva a repetir. El camino recorrido por Khomyuk es tortuoso, dado que debe lidiar con las consecuencias directas de la radiación a la que fue sometido el personal de la planta. Emily Watson está realmente bien representando al único personaje con la verdad como única meta. Es un ser ideal que no se encuentra en la realidad, pero que se agradece para matizar al resto.
Mazin revela en los podcasts que sirven como apoyo a la miniserie —y que no puedo dejar de recomendar— que el personaje de Khomyuk fue creado como representación de la comunidad científica que alzaba cada vez más la voz ante el nulo conocimiento que el poder político tenía de la energía nuclear y cómo habían acelerado un proceso que no entendían.
La miniserie está llena de momentos que muestran la consecuencia de no saber lidiar con la verdad y el costo de mentirle al mundo y a nosotros mismos. Bomberos quemados por la radiación días después de la explosión porque se les dijo que era solo un incendio; jóvenes que reducirían sus expectativas de vida a la mitad por limpiar un techo lleno de grafito irradiado por el núcleo ardiente de la central; o los cientos de soldados que sacrificaron su salud y sanidad mental explorando y asesinando mascotas que podían extender la radiación a zonas aún limpias.
La miniserie se hace cargo de todas esas personas que nunca tuvieron conciencia de la realidad de la situación o que cuando la tuvieron no quisieron aceptarla por miedo u orgullo.
Y eso debería ser el principal legado de esta miniserie y del desastre de Chernóbil.
¿Hasta cuándo aceptamos mentiras de personas que deberías siempre actuar con la verdad?
¿Hasta cuándo aceptamos números que deberían ser prioridades de nuestros gobiernos pero que ni siquiera son tomados en cuenta?
La miniserie evita el achacar la responsabilidad al gobierno comunista en exclusiva. La propagación de las mentiras ideológicas son transversales a cualquier gobierno y lo estamos viviendo hoy, en el día a día. ¿No es el cambio climático nuestro propio Chernóbil? ¿Hemos elegido ignorar y aceptar las mentiras que nos hacen sentir más cómodos? ¿Hemos decidido ignorar a los Legásov, los Shcherbina y los Khomyuk de nuestra era solo para vivir de forma más tranquila? La Unión Soviética tiene responsabilidad en el desastre, pero al momento de hacerse cargo movió una increíble cantidad de logística propia para evitar un desastre mayor.
Todo el nitrógeno liquido del país fue necesario para bajar la temperatura del núcleo y la evacuación de miles de personas sin chistar. ¿Seremos capaces de hacer semejantes despliegues de fuerza para detener el cambio climático que nos afecta? ¿Seremos capaces de aceptar la verdad como humanidad? ¿O esperaremos que nos cobren el precio de las mentiras que hemos decidido tragarnos?
Chenobyl deja esas cuestiones a nuestra interpretación. Y puede que al igual que los políticos soviéticos de la época, reaccionemos muy tarde y paguemos un precio muy alto. Pero no hay de qué preocuparse, se vienen más series basadas en Game of Thrones. Y siempre tenemos la opción de hacer una petición online si no nos satisfacen.