"The X-Files" (1996) de John Rozum: a la vuelta de la rueda

Seguimos revisando la primera colección regular de cómics basada en la exitosa serie de televisión homónima. En un artículo anterior analizamos el trabajo del escritor Stefan Petrucha al frente de las aventuras de los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully, y hoy haremos lo mismo con la estancia del guionista John Rozum en The X-Files, quien llegó como reemplazo del primero. Más pulpa paranormal en un puñado de episodios que repasamos a continuación.
Como hemos dicho en otras entradas, en 1995 la hoy desaparecida editorial estadounidense Topps Comics se lanzó a la piscina con la publicación de The X-Files, donde por primera vez vimos a Fox Mulder y Dana Scully en viñetas. El escritor elegido fue Stefan Petrucha, cuyo tratamiento fue un poco alejado de lo que Fox creía que debían ser los cómics de la franquicia. Debido a constantes roces, finalmente el guionista fue despedido y reemplazado por John Rozum a partir de The X-Files #17, en 1996.
En sí, el trabajo de Petrucha es sorprendentemente bueno, lo cual es la razón por la que una de las primeras cosas que hizo IDW Publishing al conseguir la licencia fue publicar reediciones de estos cómics. Uno de los aspectos más interesantes de la serie mensual fue la forma en que logró sentirse como el show original sin dejar de parecer adecuado para el medio del noveno arte. Stefan Petrucha, acompañado del artista Charles Adlard, asumió su escritura como algo parecido a un cómic de la línea Vertigo de DC, sintiéndose como un cruce entre The X-Files y trabajos sofisticados como los de Grant Morrison o Neil Gaiman.
Lamentablemente, la intención de la etapa de John Rozum en The X-Files fue mucho menos ambiciosa. Una y otra vez, el guionista parece posicionar sus episodios como un híbrido bastante extraño entre la primera temporada de la serie de televisión y antiguos cómics de terror, decantándose hacia la estructura del "monstruo de la semana". Hay bastantes historias que podrían leerse fácilmente junto con el material de los archivos de la Editorial Fantagraphics, con Mulder y Scully casi solo como protagonistas invitados. Hay poco de riesgo en esta postura, pero es una forma razonable y legítima de abordar este trabajo.
De hecho, parece ser el único curso a seguir dadas las constantes tensiones existentes entre los ejecutivos de Ten Thirteen, dueños de la marca, y los editores de Topps. La relación había estado cargada desde los primeros días del cómic, con la productora objetando tanto la densa y ambiciosa trama de Petrucha, como el arte personal y atmosférico de Adlard. Como dijimos, Petrucha fue despedido del título después de dieciséis números, mientras que Adlard fue retirado gradualmente a favor de artistas de estilo más convencional como Gordon Purcell o Alex Saviuk. Los dueños de la marca quería un cómic más seguro y convencional y bajo la pluma de Rozum lo consiguieron.
Si bien con esto es fácil entender por qué se tomaron estas decisiones creativas, no las hace más sabrosas. El trabajo de Rozum es generalmente bastante cumplidor, pero rara vez parece original o emocionante. Bajo Petrucha, el título creó su propio espacio a la par del espectáculo principal. Bajo John Rozum, el cómic de The X-Files parece no hacer nada más que mantenerse en piloto automático dentro de los márgenes.
Cabe señalar que aquí sí hay buenas entregas. Las tres partes de "Remote Control" sean probablemente la mejor historia en este tramo del título, incluso aunque se siente un poco a la segura y familiar. "Be Prepared", en tanto, captura la sensación y el estado de ánimo de alguno de los primeros episodios de la versión catódica, con un par de agradables giros en la trama. Incluso guiones como "Donor" y "Scum of the Earth" cumplen con la premisa de "The X-Files meets EC Comics". El cómic rara vez es completamente malo, pero sí se vuelve bastante monótono.
Las historias de Rozum tienden a dividirse en dos estilos diferentes. El primero de ellos tiene la sensación de un retroceso a la época pulp, con historias como "The Kanashibari", "Donor", "Silver Lining", que dan la sensación de no ser más que cómics desechables de terror clásico. Son argumentos de horror sobrenatural muy tradicionales, a menudo meditando sobre la idea de la venganza, particularmente desde más allá de la tumba. Estas historias tienden a tratar a Mulder y Scully como intrusos en historias que fácilmente podrían haberse contado a su alrededor.
El segundo estilo encaja con historias como "E.L.F.s", "Skybuster" o "Cam Ranh Bay", con tramas relacionadas con el impacto negativo del hombre sobre el medioambiente y el ecosistema, con una extraña fijación sobre las consecuencias de las radiaciones de frecuencias bajas.
Ambos tipos de historias son principalmente uniepisódicas. Mientras Petrucha tejió en sus primeros doce números una mitología estrechamente interconectada, Rozum tiende a dejar que sus historias permanezcan por separado. Por ejemplo, "Remote Control" alude a una conspiración y una historia de fondo que nunca se menciona de nuevo, y en cambio cuando el personaje de Kristof Van Handorf de "Surrounded" reaparece en "Scum of the Earth", es una sorpresa inesperada. Por otra parte, el guionista rápidamente se deshace del personaje recurrente, por lo que elimina cualquier posibilidad de algún tipo de continuidad.
El resultado es que la etapa de John Rozum en The X-Files se siente en gran medida desconectada y poco concatenada dentro de sí misma, mucho menos con el material de origen o los cómics del escritor anterior. Hay temas e ideas recurrentes, y muchas veces son entretenidos, pero estos tienden a ser bastante sosos e inespecíficos. Cumplen, pero con poco brillo. Por tanto, no hay nada en estas historias que busque ahondar en temas más amplios o verdades más grandes.
En ese sentido, la idea de la serie televisiva es tratar grandes temas sobre la naturaleza humana y las preguntas del universo. El trabajo de Stefan Petrucha, por su parte, se atrevió a hacer preguntas sobre la naturaleza de la realidad misma y las conspiraciones en particular. Por el contrario, The X-Files de John Rozum carece de una línea filosófica real. Por ejemplo, las páginas finales de "Thin Air" pudiesen relacionarse con el tema de Samantha Mulder, pero la verdad es que el escritor no tiene mucha idea de las personalidades de Mulder y Scully, y tampoco intenta explorarlas.
Su desinterés en la caracterización también se extiende a los personajes secundarios. Si bien hay excepciones, como en "Be Prepared" o "N.D.E.", Rozum tiende a tratar a Mulder y Scully como si fueran autómatas y no parecen ser los agentes que los espectadores han conocido por cuatro o cinco años. Se sienten indefinidos y confusos, tal como en las novelas de Charles Grant, o en algunos capítulos de la primera temporada, cuando los guionistas aún no sabían bien hacia dónde llevar el show.
Porque si los cómics de terror de los años cincuenta son una gran influencia en el trabajo de Rozum, la primera temporada de la serie también es clave. Hay una similitud estética, porque aunque el show nunca se avergonzó de sus elementos más pulp, el primer año estuvo lleno de historias de venganza sobrenaturales como las que pueblan este tramo del cómic. "The Kanashibari", "Donor" y "Soma" podrían encajar fácilmente junto a los televisivos "Lazarus", "Young at Heart" y "Born Again".
Asimismo, "Remote Control" evoca a "E.B.E.", con Mulder persiguiendo camiones sin marcas, desesperado por ver a un extraterrestre; "N.D.E." recuerda a "Beyond the Sea", con apegos personales que comprometen la capacidad de Scully de mantenerse alejada de un caso; y "Be Prepared" se remonta a "Darkness Falls", aunque para ser justos el programa siempre fue aficionado a las tramas de enviar a los agentes a espesuras y terrenos abiertos.
Además de lo anterior, hay algo bastante frustrante en las historias. El hecho de que sean tan genéricas y predecibles se convierte en una distracción, especialmente cuando hay tantas de ellas. Hay puntos en los que Rozum tiene una idea interesante en el corazón de la historia, pero nunca la desarrolla o la expande. "Soma", por ejemplo, es una historia sobre la terrible práctica india de la cremación de viudas vivas, pero la historia nunca se involucra con el horror del acto y solo se queda en una trama de venganza sobrenatural del montón.
Para colmo, cuando hay historias que se antojan más ambiciosas, como "Night Lights", ninguna aprovecha esas grandes ideas ni cumple con el potencial. La narrativa sigue siendo básica, la prosa solo se mueve en la zona de confort y la experimentación se minimiza. Probablemente, esto puede deberse a problemas de ritmo, pues Rozum es un escritor muy aficionado a conducir el argumento de modo demasiado expositivo y muchas veces parece que sus guiones solo carretean por las páginas mientras los personajes nos explican la trama.
Como resultado de su preferencia por entregar camionadas de información y cabezas parlantes, existe la sensación de que no es el escritor más adecuado para la narración de una historia en solo 24 páginas. Algunas de sus historias podrían haber funcionado mejor si se les hubiera dado espacio para respirar un poco, como "Be Prepared", que es una historia muy básica pero que aprovecha bien las páginas adicionales para desarrollar el carácter de los personajes; o "Remote Control" que es la historia más larga y fácilmente la mejor.
Rozum escribió la serie desde el final de la tercera temporada hasta el lanzamiento de The X-Files: Fight the Future, o sea, durante la edad de oro del show. No por nada, cuando Frank Spotnitz volvió para escribir cómics de The X-Files en la editorial WildStorm, estableció que sus narraciones estaban ubicadas cronológicamente entre la segunda y la quinta temporada. Como tal, se siente como un desperdicio contar historias que parecen pertenecer a una época anterior y más áspera de la historia del programa. La dinámica entre Mulder y Scully fue esencial para el espíritu de la serie, pero Rozum escribe al dúo como si apenas hubieran comenzado a conocerse. Esta incomodidad es excusable en sus primeros cómics, pues toma un tiempo encontrar la voz correcta para los personajes. El problema es que la ejecución realmente nunca mejoró.
En realidad, es difícil saber cuántos de estos problemas se deben realmente al escritor. Su exposición es un poco torpe, pero parece bastante probable que su obra fuese determinada por la tensa relación de trabajo entre Topps y Ten Thirteen. Después de todo, la colección solo se canceló porque estos últimos decidieron que ya no querían molestarse en otorgar más licencias para cómics, aunque también por el hastío de los editores de Topps por la dificultad de producir el título.
En una entrevista al sitio Good Comic Books, Rozum diría que "tuve una excelente relación con la gente de Ten Thirteen, que crearon la serie de televisión y me dieron una increíble cantidad de confianza, pero en última instancia, me sentí frustrado al escribir el cómic pues cada historia se sentía solo como un relleno. No se permitió que el cómic desarrollara su propia mitología, continuidad o visión más amplia, por lo que a menudo sentía que estaba corriendo siempre en el mismo lugar".
"Siempre es más difícil escribir los personajes de otros porque tienes menos control sobre ellos y menos aporte", complementaría en declaraciones a la web Man Without Fear. "Encontré que mi trabajo en The X-Files fue casi infructuoso por esa misma razón. Sentí que estaba escribiendo una serie de rellenos formulaicos, que es lo que ellos querían. Podría contarte una docena de historias negativas sobre la serie, pero no son tan interesantes como parece. La experiencia me dejó demasiado agotado".
Para ponerle más leña al fuego, el entonces editor de Topps, Tony Isabella, diría que el celo del equipo de Ten Thirteen llegaba incluso al correo de lectores, sección de la que él se encargaba. "El problema era que quien aprobaba los cómics en la tierra de Chris Carter era el niño ícono de la retención anal", declaró en una entrevista, "aunque es posible que fueran tan exigentes porque nunca quisieron los cómics en primer lugar. (...) Tardábamos mucho en satisfacer a la gente de The X-Files. Revisaban todo exhaustivamente, incluidas las columnas de cartas. Raramente incluía negativas en estas columnas porque los editores temían que la gente de Carter quisiera aún más cambios en el material. Casi nunca hubo suficientes cartas utilizables para nuestras necesidades. Es por eso que comencé a incluir noticias, e incluso a inventar cartas por completo".
El conservadurismo de este tramo del cómic también se reflejó en la elección de los artistas. Después de que Petrucha se fue, Charles Adlard fue degradado del puesto de artista habitual en el título y en su reemplazo arribó Gordon Purcell, con algunas colaboraciones de Alex Saviuk. El estilo decididamente atmosférico de Adlard se eliminó gradualmente en favor de viñetas más centradas en los personajes. Aunque ambos son solventes en lo que hacen, estaba claro que había tenido lugar una transición. Al igual que la escritura, el dibujo se había vuelto mucho más convencional y genérico, con caracteres más parecidos a David Duchovny y Gillian Anderson, pero con una narración más estática y un aspecto un tanto anticuado. Quizás "aburrido" sea la palabra más adecuada.
Y así, después de 41 números de la serie regular, The X-Files llegó a su fin. Las férreas restricciones de Fox y Ten Thirteen hicieron que Topps Comics decidiera cortar con el título y también con su división de cómics, al ser este su producto más vendido. Y la verdad es que para los fanáticos fue una tragedia, pero más por quedarnos sin nuestra ración extra de Mulder y Scully que por la calidad del material, que como ya dijimos, en esta etapa solo era cumplidor.
La ejecución de John Rozum durante su etapa en The X-Files y de los artistas que lo acompañaron fue competente en arreglárselas para satisfacer muchos de los requisitos impuestos sobre él, contando historias que en su mayoría funcionan, aunque lamentablemente sin ganas de trascender ni ofrecer mayor atractivo. Y aunque en realidad pocos cómics basados en franquicias de otros medios tienen esas características, no podemos leer este material sin quedarnos con la sensación de que fue una oportunidad desperdiciada.