"X-Men Icons: Iceman" (2001): frente polar

Robert 'Bobby' Drake, también conocido como Iceman, es uno de los miembros de los X-Men más reconocibles, a pesar de que ha vivido una vida editorial más bien plana. Pocos autores han conseguido hacerlo brillar, y además de ser casi siempre opacado por sus compañeros de equipo, quizá el momento más polémico de su trayectoria fue con la revelación, de forma bastante burda por Brian Michael Bendis, de que es gay. Mientras los fans se debaten entre sí esa fue decisión lógica —dado su interminable historial de fracasos amorosos e indicios de inseguridad y represión— o sí solo se debió a la 'moda de la inclusión forzada´, la verdad es que aún con su salida del clóset, da la impresión de que nadie ha hecho algo interesante con él, salvo honrosas excepciones.
Pero vamos a principios de siglo. Durante los años 2001 y 2002, Marvel dedicó un puñado de miniseries individuales a varios personajes, como parte de la línea Iconos. Bobby protagonizó una de estas series limitadas, al igual que personajes como The Thing y Vision, y otros Hombres-X como Cyclops, Chamber, Rogue y Nightcrawler. La miniserie del Hombre de Hielo, al igual que las del resto, y como se puede ver por el aspecto de cuero negro de Bobby en las portadas, tuvo lugar durante una era influenciada por el primer film de los mutantes, X-Men de Bryan Singer.
De esa manera, Iceman está conformada por cuatro entregas, publicadas a partir de diciembre de 2001. La obra está escrita por la infalible dupla de Dan Abnett y Andy Lanning, con dibujos de Karl Kerschl y un principiante Skottie Young. La obra ha sido prácticamente olvidada, no siendo posible encontrarla en algún tomo recopilatorio, aunque no es difícil ubicar las grapas sueltas en cualquier comiquería estadounidense. Por entonces, Bobby era canónicamente heterosexual, así que la trama trata sobre la relación de Iceman con su ex novia Opal Tanaka, un personaje que no había sido visto por mucho tiempo anterior a esta historia, y que está aun más olvidada que la misma miniserie. La trama arrancia cuando Drake recibe un misterioso correo anónimo, donde se mostraba una foto de Opal junto a un niño del que se afirmaba que era hijo de Bobby. Esto hará que deba emprender un viaje a extremo oriente, que encarnará más peligros y revelaciones de las que parecen.
Para poder entender la situación de Bobby de aquel entonces, y su trayectoria vital, hay que tomar en cuenta que cuando ingresó a la Xavier School for Youngsters Gifted, Drake era el gracioso del grupo. No es que no se tomara en serio las amenazas con las que luchaban los X-Men, pero era el que más disfrutaba del aspecto superheroico del sueño del Profesor X, siendo además el más joven de los estudiantes originales, por lo que de cierta manera tenía licencia para tomarse las cosas a broma.
Todos sabemos que las cosas transcurren más lento en el Universo Marvel, pero es que Bobby se tardó muchísimo en madurar. Ni en su paso por The Defenders, The Champions e incluso en los primeros tiempos de X-Factor, Robert fue mucho más allá de ser el mismo de siempre. Quizá fuese porque los guionistas no veían el potencial en él, o porque los mismos escritores eran quienes no tenían idea de como tratar al cubito de hielo, el hecho es que el personaje tuvo que esperar a que Emma Frost, que en aquel entonces aun cargaba con la chapa de haber sido la Reina Blanca del Hellfire Club, lo hiciera consciente de la verdadera magnitud de su poder, aunque haya sido a costa de poseer el cuerpo de Robert, y usar sus habilidades heladas de mucho mejor manera.
Ese fue el momento del despertar para un nuevo Iceman, que tuvo tiempo incluso de enamorarse una joven japonesa llamada Opal Tanaka, en un amor truncado por los padres de la chica, que dejaron en claro que jamás dejarían que su hija se involucrara con un mutante. A decir verdad, el padre de Bobby tampoco estaba muy entusiasmado con tener descendencia asiática, así que finalmente Drake y Opal vieron sus caminos separados. Anteriormente, Drake ya había perdido a una potencial pareja por influencia parental, como cuando conoció a una hermosa vecina llamada Marge, que resultó ser una alienígena que lo dejó para volver con su padre.
Otros intereses de Bobby , que denotan su mal ojo para esto de las relaciones sentimentales —o quizá, porque sus intereses amorosos eran diferentes desde el principio— habían sido: Judy Harmon, adolescente que lo dejó cuando el helado manifestó sus poderes mutantes; Zelda Kurtzberg, a la que Bobby cortó cuando conoció a cierta mutante de pelo verde; Polaris, que lo dejó apenas apareció Alex Summers; Infectia, que sólo quería utilizarlo; Darkstar, compañera de equipo en The Champions, pero que solo lo veía como amigo; Nube, compañera/o en The Defenders, personaje no binario —guiño, guiño—, que mostraba más interés en su compañera Moondragon; y ya en el futuro, nos encontraríamos con la enfermera Annie, Mystique, Kitty Pride, y alguna otra. Es este Bobby, el encallado y desgraciado en amores, el que siempre estaba en ruta de alcanzar su potencial pero que nunca lo conseguía, es el que encontramos en estas páginas.
Respecto de su compañera, Opal había debutado más de una década antes, en X-Factor #51 de 1990, como empleada de una tienda de discos que cuidaba a un mutante herido y solitario llamado Mole. Iceman conoció a la chica un número más tarde, cuando se detuvo en la tienda para comprar el último álbum de Kate Bush —buen gusto el del Hombre-X—, le pidió una cita y, finalmente se convirtieron en pareja. Su relación estuvo llena de los baches habituales de los superhéroes hasta que finalmente se distanciaron. La pareja llegó a un punto de ruptura un poco más tarde, cuando en Uncanny X-Men #305 Opal termina la relación, enojada porque Drake priorizó a los X-Men por sobre su relación.
De ahí, saltamos a la primera entrega de esta miniserie de 2001. Opal pasó a trabajar en Hong Kong para Winterbrand Technologies, una empresa autodenominada líder del mercado mundial en varios campos, que incluía la investigación genética. Después de recibir un correo electrónico anónimo que contenía una foto de Opal y un bebé rubio, Iceman voló para encontrarse con la chica y su hijo. El reencuentro de Bobby y Opal llegaría con la revelación de que ella estaba embarazada cuando se separaron. Pero, ¿será esa toda la verdad? Tantas veces Iceman ha sido presa del "quiero y no puedo", que no podemos dar nada por sentado.
Respecto al guion, como decíamos Abnett y Lanning (DnA, para los amigos) son una dupla probada en el mundillo comiquero, por lo que sabemos que el nivel de calidad de la escritura sería, al menos, aceptable. Y en efecto, así es: la aventura está bien escrita, y el actuar de Bobby es la que le conocíamos en esa época, con una intriga de científicos locos y tecnología peligrosa bien planteada. Eso sí, si bien Iceman es reconocible en sus acciones, no lo es tanto en sus diálogos, pues los chistes que son habituales en el personaje, acá no encajan para nada. Digo, es una historia seria, y están en vilo no solo su hijo sino también un puñado de otros niños, por lo que no parece el ambiente adecuado para que surjan bromas. Además, a la historia le sobran los elementos místicos, encarnados en cierto personaje que aparece como inesperado acompañante, y que por genérico e innecesario, nunca más supimos de él.
Respecto del arte, también funciona como parte aguas. Los primeros dos números muestran a un Karl Kerschl en su salsa, fusionando estilos orientales y occidentales para crear una pieza en general bien construida, aunque claramente su estilo, el del amerimanga —te invocamos, Joe Madureira—, es uno que siempre ha causado ronchas en los fans de los cómics occidentales. Fuera de discusión está el hecho de que este estilo es apropiado para una historia que tiene lugar en Hong Kong, pero además lo adapta al personaje, dándole al hielo una forma y un volumen adecuado, al mismo tiempo que lo hace lucir irregular e imponente, y no sólo como astillas congeladas que lanzase de sus manos.
Sin embargo, en el número tres tenemos el arte de Skottie Young, que fue un cambio drástico. Atrás quedaron los lápices suaves y suaves al tacto de Kerschl y en su lugar encontramos un trabajo de línea angular, muy similar al estilo de Chris Bachalo, de un artista que aún no había refinado su estilo hacia el material inmensamente único que está produciendo hoy. Lamentablemente, el cambio distrae de la lectura, y para empeorar las cosas, una vez que Kerschl regresó para el número final, quedó fuera de juego, con un ritmo errático y diseño de personajes completamente deformado en algunos lugares. Así, un arte que comenzó fuerte, perdió fuelle en su segunda mitad.
Y hablando de manga, no podemos terminar sin mencionar las portadas de Steve Uy, ya que al verlas, cualquiera podría pensar que en el interior se encuentra un shonen cualquiera, de estilo Dragon Ball o similares.
Resumiendo, podemos decir que Iceman es una obra irregular, tanto en arte como en guiones. DnA entregan una historia divertida y amena de leer, pero no demasiado profunda ni en su temática, ni en el impacto que tuvo en la vida de Bobby, con algunos elementos que sobran completamente. Kerschl, en tanto, cumple bien en dos de sus tres entregas, siendo la última extrañamente errática. El aporte de Skottie Young no está mal, pero es tan distinto al trabajo de su colega, que la diferencia saca de la lectura. De todas maneras, creo que es una obra a la que vale la pena darle un vistazo, especialmente si eres fan de los mutantes o de Iceman.