"Havok & Wolverine: Meltdown" (1988): en el corazón del átomo
Marvel siempre se ha enorgullecido de su leitmotiv de retratar en sus historias el mundo que está afuera de tu ventana. Es así que muchas de sus tramas han bebido directamente de hechos históricos y políticos que les han dado una profundidad algo mayor al común de la producción superheroica. Ahí tenemos, por ejemplo, la participación de los Defenders en la Segunda Guerra Mundial; la lucha por los derechos civiles de personas de color, conceptualizada por la aparición de algunos de los primeros héroes negros, como Black Panther o The Falcon; o su adaptación del Caso Watergate en la Saga del Imperio Secreto original, en la serie del Captain America. Y cuando no, creó su propia serie para narrar las vivencias de los soldados en la Guerra de Vietnam, como la estupenda The ´Nam.
La miniserie que hoy nos convoca, Havok & Wolverine: Meltdown, sigue esa línea, anclándose como punto de partida en el Desastre Nuclear de Chernobyl, ocurrido en la Unión Soviética en 1986. Infame por ser el peor accidente nuclear de la historia, nunca ha dejado de estar en la palestra gracias a otros lamentables eventos que nos lo recuerdan, como Fukushima; obras de ficción y realidad que narran esas fatídicas horas —como el cómic Chernóbil: La Zona—; o la popular y reciente serie de televisión Chernobyl.
Más allá de eso, esta miniserie de 4 entregas tiene cierta impronta de legendaria, al haber sido publicado en formato álbum gráfico, o Prestige, bajo el extinto sello Epic, un intento primigenio de la Casa de las Ideas de tener una línea de obras más sofisticadas y adultas. Viendo la luz en 1988, dos años después de aquel aciago incidente, fue escrito nada menos que por Walter y Louise Simonson, autores de laureadas etapas en Mighty Thor o New Mutants, y que ya habían hecho dupla en X-Factor. El arte, lo más llamativo del título, contó con el impresionante trabajo de Jon J. Muth y Kent Williams, quienes ofrecieron planchas pintadas capaces de producir atmósferas muy insólitas. Ambos venían de realizar colaboraciones para Marvel en los últimos años: Williams en la serie limitada Blood, y Muth en la novela gráfica Dracula: A Symphony in Moonlight and Nightmares.
Unos años antes de que ese publicara esta obra, los superhéroes se habían vuelto súbitamente adultos. Alan Moore y Frank Miller, por ejemplo, con Miracleman, Watchmen y Dark Knight Returns llevaban la voz cantante, pero muchos otros escritores comenzaron a tomar nota, y a decidir que era hora de experimentar con temáticas más adultas, y un enfoque artístico más evocador y abstracto, que rompiera los moldes establecidos. Y desde luego Havok & Wolverine: Meltdown reúne muchos de estos elementos.
Pero como este sigue siendo esencialmente una historieta de superhéroes, Chernobyl no es sino el punto de partida de una aventura gatillada por un vil plan de un grupo de villanos. Con todo, no es Rusia el principal escenario de la trama, a pesar que ésta es guiada por elementos surgidos de la apertura al mundo de la ex-URSS, de la mano de Gorbachov y la Perestroika. En realidad, Logan y Alex Summers viajan por diversos lugares del mundo, a la usanza de una película de James Bond cualquiera, no por nada Walter Simonson reconoce que intentaron dotar a Meltdown de una mezcla de aventuras superheroicas con elementos de suspenso y narraciones de espías.
La historia arranca con un prólogo que relata de manera más o menos didáctica que fue lo ocurrió la noche de la explosión del núcleo de la planta, con elementos que rayan en el documental, haciéndonos ver que en ese instante pasaron más cosas tras bastidores de lo que se comunicó al público. De allí nos trasladamos a México, donde Havok y Wolverine estan de vacaciones, mientras el primero trata de superar el impacto que significó que su novia Polaris se pasara al lado oscuro de la fuerza, bajo la influencia de la villana Malice.
Durante la primera entrega, se sucederán una serie de misterios, que por supuesto, serán desarrollados en los números siguientes. Eventualmente, la serie nos llevará a un sanatorio para criminales dementes en la Unión Soviética, donde conoceremos a dos nuevos villanos llamados Meltdown y Dr. Neutron, lo que nos revelará una conspiración que amenaza a la estabilidad política, económica y medioambiental del mundo. Y cuando Alex caiga en manos de los malos, ¿podrá Logan detener una nueva tragedia sin asesinar a su compañero?
Hablando de eso, el team-up entre el menor de los Summers y el enano de la garras es uno bastante inusual. Louise Simonson venía haciendo un gran trabajo con los mutantes en X-Factor, pero en aquella no tenía oportunidad de escribir a los personajes, por lo que se desquitó en estas páginas, donde junto a su marido trataron de sacar el máximo partido a las diferentes personalidades de estos Hombres-X. Y sin embargo, y en otra característica que hace especial a la miniserie, el ímpetu principal de la obra vino de Williams y Muth, porque ellos querían dibujar a estos dos personajes, que eran sus favoritos.
"La génesis de todo el tema se produjo un día que visitamos a Kent y su esposa, y Jon estaba ahí", relata Walter en una entrevista que acompaña al tomo recopilatorio. "Jon y yo estábamos mirando algunas de las cosas dibujadas por Kent, y entre los muchos apuntes había uno de Wolverine vistiendo una especie de traje acorazado, como un exoesqueleto. El boceto no tendría más de diez centímetros, pero pensé que era un dibujo excepcional. Nos pusimos a hablar de aquello, Wolverine y Havok, y ese fue realmente el inicio de todo..."
Dado lo anterior, es notorio que el guion está hecho siempre en función del arte y los ilustradores, con abundantes momentos donde puedan entregarnos sus asombrosas recreaciones de los héroes. Y aunque la paleta de colores y atmósferas invitan al drama y angustia, la trama no está exenta de momentos de humor, bastante mordaz, que sin embargo actúan como la calma antes de la tormenta. Como en un buen thriller, cuando surge la sonrisa, sabes que inmediatamente después vendrán los problemas.
De los personajes en particular, dada su inmensa popularidad, es poco lo que podríamos agregar de Logan. Havok, en tanto, por entonces era poco utilizado —faltaban años para que asumiera el mando de la nueva iteración de X-Factor, por ejemplo—, pero qué duda cabe que ya daba luces de ser un gran personaje. En aquel momento se presentaba como un tipo solitario, con dificultades para controlar sus poderes, y con poca claridad de lo que podría llegar a ser. No quería tener mucho que ver con todo eso de los superhéroes, pero lamentablemente, ser portador del gen-x no es algo a lo que pueda renunciar tan fácilmente.
Retomando lo de los caracteres de los protagonistas, y en un intento de subrayar sus diferencias, es que los artistas dibujaron cada uno a un personaje distinto. Williams se encargó de retratar a Logan, mientras que Muth acometió a todo el arte relacionado con Alex, mostrando ambos un estilo gráfico similar que funciona perfectamente juntos. Kent nos entrega a un Wolverine rudo, retratando gráficamente sus ocasionales estallidos de violencia al fin con algo de gore, además de dotarlo de una versión muy particular de su máscara.
Muth, en cambio, decide tomar a James Dean como base para Havok, pero en definitiva ambos redondean un trabajo de estética feísta, en plena sintonía con esa oleada de artistas que surgieron a mediados de la década, y que posteriormente emigrarían a Vertigo, sello de DC Comics epítome del cómic experimental.
Como en un momento se produce una división de la narrativa, con los protagonistas viviendo por separado una serie de peripecias, es que es fácil que se produzca esa fragmentación de roles artísticos. Los dos ilustradores también se repartirán a los villanos, con Williams haciendo a Meltdown, y Muth al Dr. Neutron. Pero, ¿que pasa cuando los dos héroes están en la misma viñeta? Muth responde que "el desarrollo del principio de la narrativa en el que no están ni Wolvie ni Havok, o los momentos en que están juntos, los hicimos entre los dos. Puede haber algunas viñetas en particular que estén hechas solo por él o solo por mí, pero la mayoría es de ambos".
En tanto, Williams estipula que las diversas tareas "varían a lo largo de la obra. A veces yo hago el lápiz y el termina la viñeta, o viceversa. Hay escenas en que Jon se ocupa de la viñeta entera y yo solo introduzco a Logan, sobre todo en escenas clave, donde se verá en primer plano, o de un modo más prominente".
Como dijimos, la mezcla de trabajos se mantiene muy consistente, probablemente debido a que como ambos se mueven en ambientes totalmente pintados, se mimetizan mejor que cuando se trata de líneas dibujadas. Los autores reconocen que fue un gran experimento, y que el no saber de antemano cómo terminarían cada viñeta les parecía muy divertido, tanto como nosotros observamos el trabajo imaginando quién hizo qué. Eso le da un gran valor agregado, manteniéndose como una obra fresca y abierta.
En resumen, Havok & Wolverine: Meltdown es una buena obra, aunque no es de las que marcó época. Eso sí, captura muy bien el espíritu de su tiempo, pues con alguna palabrota por aquí o por allá, un vilano nuevo con motivaciones creíbles y un cierto subtexto con alusiones sexuales, conforma un producto que retrata el deseo de sus grandes autores, tanto escritores como artistas, de agregar un granito de arena del llevar el género superheroico al siguiente nivel. Es un cómic que funciona, lo que ya sea en los ochenta o en la actualidad, siempre es de agradecer.