"Punisher: War Journal" (2007): Ciudadano Frank
En otros artículos, hemos repetido varias veces que Francis Castaglione, el violento vigilante conocido como The Punisher, puede jactarse de que de sus aventuras se han encargado nombres que en la industria del cómic son sinónimo de calidad, como Garth Ennis, Steve Grant, Rick Remender, Greg Rucka, etc. Uno de ellos es el inquieto Matt Fraction, escritor curtido en el cómic indie, pero de destacada trayectoria en la Casa de las Ideas. Punisher: War Journal
Con el personaje, y en conjunto al ilustrador Ariel Olivetti y otros, efectuó Punisher: War Journal un trabajo que significó el regreso tanto del hombre de la camiseta de calavera al centro del cosmos de ficción creado por Lee y Kirby, como de la mítica cabecera que cabalgó entre fines de ochenta y mediados de los noventa. Y con ello, lo sumergió en las tramas que en ese momento transcurrían en la editorial, o sea, lo convirtió en todo un Ciudadano del Universo Marvel.
Desde que Garth Ennis tomara bajo su manto protector a Frank Castle, ya hace bastantes años, las aventuras del vigilante por antonomasia de Marvel recuperaron el esplendor de otros tiempos —puedes leer la guía de lectura de su etapa acá—. El guionista lo devolvió a sus esencias, deshaciendo algunos errores del pasado y centrando nuevamente al personaje en una lucha sin cuartel contra el crimen.
La etapa inicial de Ennis, aparecida bajo el sello Marvel Knights, ponía el acento en humor negro y la parodia, con villanos retorcidos e imposibles, y encuentros con héroes que no salían bien parados. Con el tiempo, la visión del autor se volvió más oscura y de cierta manera aislacionista, llevando a su criatura al sello para adultos MAX, donde se acercó a temas cargados de realismo, violencia y sordidez, alejándose de su vertiente superheroica, situación propia de relatos que se enmarcaban fuera de continuidad.
De hecho, las correrías de Frank durante buena parte de la primera década del siglo XX se mantuvieron más bien apartadas del UM, coincidiendo con una época en que la conexión de los diversos iconos de este cosmos de ficción era muy leve, e incluso inexistente. Sin embargo, la llegada de Civil War, el macroevento que dividió en dos la comunidad superheroica, rompió con esa dinámica. La Casa de las Ideas acababa de recuperar ese sentimiento de interconexión de antaño, y Frank Castle llegó a tiempo para unirse a la fiesta, con una nueva colección que reflejó los cambios adquiridos con el transcurso del tiempo.
Así nacería el segundo volumen de Punisher: War Journal, una cabecera en que el Punisher reorientó su cruzada contra el crimen hacia los supervillanos. Por dos años el guionista Matt Fraction, acompañado de artistas de la talla de Ariel Olivetti, Howard Chaykin o Mike Deodato Jr., realizó una magnífica labor en que dejó un puñado de historias que, sin hacer concesión alguna a la mojigatería de que un personaje "normal" pudiese hacer frente a seres con poderes, siguió de cerca los grandes acontecimientos que modificaron el rostro de la factoría de Stan Lee. Así, en estas páginas vimos desde la óptica de Frank no sólo Civil War, si no también la Muerte del Capitán América, La Iniciativa, World War Hulk e Invasión Secreta, todos eventos en los cuales, a priori, un veterano de guerra armado solo con armas de fuego poco puede hacer.
Como decíamos, la cabecera original de Punisher War Journal, que permaneció en las librerías durante 80 entregas publicadas entre 1988 y 1995, había servido en su momento no sólo para dar popularidad al dibujante Jim Lee, sino también para poner a Frank en contacto con el resto de los justicieros marvelianos, como Wolverine, Spider-Man y Daredevil. Eso sí, estos encuentros se dieron en un marco de acción normal, no en el terreno de la parodia como en Marvel Knights Punisher de Ennis. Por tanto, para el regreso de Castle a la actualidad por la puerta ancha, nada mejor que volver a abrir el Diario de Guerra.
El arranque de la colección, que discurrió en paralelo al último tercio de Punisher MAX de Ennis, estuvo ligada a la recta final de Civil War, en específico a los sucesos de Civil War #5, donde se produce el inicio de la pelea de Spider-Man en las alcantarillas. Frank había venido apareciendo en el crossover, siguiendo desde las sombras las andanzas de la resistencia liderada por el Capitán América, aunque rápidamente quedará en evidencia su relación tensa con los enmascarados, que consideran ilícita su carrera contra el crimen, más que nada por los métodos que utiliza.
Debido a los no pocos encontronazos que ha tenido con otros empijamados, como Daredevil, Spider-Man o el mismo Steve Rogers, y por el respeto que muestra hacia la comunidad superheroica, es que Castle siempre ha tratado de mantener su actividad al margen de ésta. Sin embargo, cuando las metrallas de la guerra desatada por el Acta de Registro le alcancen, deberá dejar de pensar en mafiosos de poca monta y enfocarse en presas mayores.
Cuando se dispone a asesinar a Fulvio Morsella, un pornógrafo infantil, Frank es interrumpido por el Zancudo, un villano que ha decidido colocarse en el lado del gobierno y actuar a su servicio. Molesto por el hecho de que las autoridades ahora premien a los supervillanos que acaten el acta, y más aún que sean contratados para perseguir héroes proscritos, Punisher siente que está implicado en la Guerra Civil. Ha llegado la hora de unirse a la resistencia de Steve Rogers, pero ¿le aceptarán luego de eliminar a sangre fría al par de villanos que iban tras Peter Parker?. Mientras tanto, S.H.I.E.L.D. ha contactado al veterano G.W. Bridge, para encargarle una misión que solo él puede llevar a cabo: neutralizar a Frank Castle.
Pero el Acta de Registro y S.H.I.E.L.D. no serán los únicos problemas para el vigilante. A raíz de la guerra, Frank se infiltrará en una súper-milicia empeñada en iniciar una sangrienta guerra de razas, liderada por el nuevo Hate Monger. Y cuando Castle utilice un traje que homenajea al Capitán América, recibirá una visita del Soldado de Invierno, y no precisamente para tomar té. Por si lo anterior no fuese suficiente, también veremos a Frank contra la venganza de Hulk, la locura alienígena de la Invasión Secreta, el regreso de su némesis, Puzzle, y de otros personajes de su pasado.
Mientras todos esos megaeventos ocurrían, el guionista dotó a la colección de vida, personalidad, y voz propia. En todo momento, Fraction supo situar al protagonista en esas refriegas de manera natural, pero bajo esa capa había una importante historia que contar, que en un principio era tan simple como Frank en contra de la comunidad supercriminal.
Pronto descubriremos que Diario de Guerra no solo se trata de reproducir hasta el hartazgo el juego del gato y el ratón, sino que el título se trata más bien de relaciones personales. Enfermizas, dislocadas, adictivas, y a veces, todo a la vez, pero relaciones al fin y al cabo, como la de Castle con Stuart Clarke, llena de fobias y filias; con G.W. Bridge, en que perseguidor y perseguido se cuidan de no cruzar la barrera del honor; con Billy Russo, en que el odio de este se ha convertido en una necesidad casi vital; y con Rhino, en que inesperadamente, el villano le demuestra a Frank que aún hay bondad en su destrozado corazón.
Es raro ver a Punisher en equipo con otros supers, pero lo hace en esta colección gracias a su inquebrantable lealtad al Capitán América. No durará mucho, lamentablemente, pero uno de los números más destacables por la dicotomía entre héroe/vigilante es aquel en que Frank golpea a los malos con el Capitán América respaldándolo por completo. Es divertido ver cómo Fraction vincula a los dos en una misión, y si bien Rogers es muy consciente de que Frank mata — y de hecho eso es lo que hunde su relación, apenas una viñetas después—, es agradable ver que entiende que en tiempos grises como éste, a veces se necesita a un hombre como Punisher. También es interesante ver cómo éste debe ser estratégico en la lucha contra poderosos supervillanos, cuando todo lo que tiene es armamento.
Consciente de lo anterior, Fraction establece un escenario creíble en el que Punisher tiene claro de que no puede hacer su trabajo habitual solo con armas normales, si no que necesita algo de tecnología más avanzada. Para ello, nuestro protagonista crea una especie de simbiosis con Stuart Clarke, el ex-villano conocido como Rampage, que lo ayuda con armamento tecnológico, y un par de trajes a la medida, como aquel de homenaje al Capitán América que lo pondrá en curso de colisión con Bucky Barnes, o el que emula al simbionte Venom. Lástima que al pobre Stuart no le hayan contado que aquellos que se relacionan con Frank tienden a tener una alta tasa de mala suerte, y si no, que le pregunten a Microchip.
También es interesante el tratamiento del racismo y xenofobia rampante plasmada en la milicia supremacista blanca del Hate Monger, pues Fraction supo leer que esas corrientes se convertirían en una tendencia cada vez más relevante en la actualidad, lamentablemente. Su tarea es detener asesinatos en masa en la frontera mexicana impulsadas por el villano, pero pronto se descubrirá que éste tiene un dispositivo para difundir el odio entre las personas, lo que es fácilmente equiparable a la posverdad, las redes sociales y las calumnias en estos días. Dada las declaraciones constantes de Donald Trump, y el fortalecimiento del fascismo en diferentes países, es una lectura curiosamente muy contingente, similar a los elementos políticos tratados por Nick Spencer en su Captain America.
En total, el trabajo de Fraction abarcó 26 entregas, más un anual, conformando una etapa tremendamente entretenida. Es la respuesta perfecta a cuál es el rol de un hombre común, sin poderes, entre un panteón de superseres, pero además el guionista se encarga de entregar una serie de reflexiones acerca de cómo Frank actúa frente a los héroes, y de cómo éstos reaccionan frente a los actos del protagonista. Entre el puñado de episodios destaca el #4, que narra con una belleza simple el funeral de el Zancudo, pero que en realidad el escritor utiliza para hacer un contrapunto entre las diferencias narrativas y temáticas entre las corrientes actuales y el cómic superheroico de antaño, mucho más inocente y crédulo. Tampoco podemos dejar de mencionar el número final, en que una cálida conversación entre Frank y el Rhino muestra que la evolución que vimos en los personajes es la prueba tangible de cuánto ha valido la pena el viaje.
Respecto de su trabajo en la serie, en una entrevista en el sitio Ain´t It Cool News, Fraction diría que "Una gran razón por la que fui tras el título fue la oportunidad de trabajar con Axel Alonso. Quería trabajar con la editorial, quería ver cómo era jugar en las aguas de un crossover corporativo gigante, aunque solo sea porque temía que nunca más me volvieran a llamar; en resumen, sabía que el trabajo era peligroso cuando me inscribí. Tuvimos verdaderas discusiones sobre lo que significaría tirar a Frank Castle al suelo y, finalmente, nos salimos de eso porque la historia que encontramos fue mejor, más fuerte, más resonante".
No obstante el buen hacer del guionista, hay que destacar el gran trabajo que hicieron sus copilotos. En tareas de escritura, hay que mencionar que en el último arco recibió ayuda de Rick Remender, en la primera toma de contacto de éste con el personaje, y que le sirvió de rodaje para posteriormente acometer una etapa en solitario en el título que sustituyó a War Journal, llamado simplemente The Punisher.
En el apartado visual, lo primero que llama la atención al hojear la serie es el portentoso arte del argentino Ariel Olivetti. Decantado hacia el estilo pictórico aderezado de herramientas digitales, el artista realiza el que me parece uno de los mejores trabajos de su carrera, que no solo destaca por su calidad, sino que también por una regularidad que lo hizo dibujar casi todas las entregas hasta el #12, cosa notable en tiempos en que los dibujantes alcanzan, como mucho, a realizar un solo arco de las series. El bonaerense entregó una iconicidad a Castle solo comparable con otros looks que leyendas como Mike Zeck o John Romita Jr. le han dado.
Aunque para los más acostumbrados a la estética superheroica habitual las planchas de Olivetti puedan ser extrañas, lo cierto es que su estilo logra entregar al título esa brutalidad y seriedad inherentes a una serie de Punisher. El coloreado, también efectuado por Ariel —excepto en los tres primeros números, a cargo de Dean White—, igualmente contribuye con su calidad a esta sensación de realismo, que finalmente redondea un trabajo que se siente sumido en la opresión de esa selva de cemento en que se desenvuelve Frank.
En una entrevista dada a nuestro programa radial Cuarto Mundo, Olivetti diría que "trabajar con Fraction fue una de las mejores experiencias que he tenido en relación a guionistas. Matt tiene un sentido del divertimento notable, y constantemente me preguntaba qué es lo que yo quería dibujar, o a qué personajes. De hecho, de mí nació la idea de que usara un traje como el de Venom, pues aquel es uno de mis personajes favoritos de Marvel".
En el extremo opuesto, las colaboraciones de Cory Walker y Scott Wegener nos dejaron un interesante Punisher, más caricaturesco y de línea simple, ideal para el aire un poco más liviano del arco argumental en que estuvieron presentes. Éste, desarrollado entre las entregas #11 a 13, recurrió al humor para presentarnos un verdadero zoo humano en forma de un puñado de variopintos villanos animalísticos en manos del hijo de Kraven el Cazador.
El segundo artista en importancia por cantidad de episodios realizados, es nada menos que la leyenda Howard Chaykin. El clásico artista es una elección muy grata y sorpresiva, pues a pesar que puede decirse que el autor de Black Kiss y enfant terrible del cómic norteamericano de los años 80 no está en su mejor momento, la suciedad de su trazo encajó perfecto con una historia igual de sucia, sórdida, e intensa. Eso sí, podemos reclamar que sus rostros son todos muy similares entre sí, y que cuesta diferenciar a los personajes en planos muy cerrados, pero esa es una característica de un estilo que también resulta rupturista respecto de la normalidad del cómic de empijamados, más incluso que el de Olivetti, algo que podría ser molesto para los ojos más conservadores o poco entrenados.
En resumen, Punisher: War Journal es una muestra innegable del talento de Matt Fraction. Durante 27 episodios nos entrega una historia en que el Punisher se encuentra totalmente inserto en las vicisitudes del Universo Marvel, donde tendrá que adaptar sus tácticas para sobrevivir en un campo de batalla habitado por superseres, quienes están fuera de su liga. Con el aspecto gráfico en manos de artistas tremendamente personales pero de una calidad evidente, como Ariel Olivetti y Howard Chaykin, la serie es una verdadera delicia para los fans del personaje, y para aquellos completistas que quieran enterarse del trasfondo y hasta el más mínimo detalle de los eventos como Civil War, Secret Invasion o World War Hulk.