"Doctor Strange in the Multiverse of Madness" (2022) de Sam Raimi: Groovy!
Otra nueva entrada en el llamado Marvel Cinematic Universe, en este caso protagonizada por la creación de Steve Ditko llamada Doctor Strange. Pero esta nueva película no está dirigida por cualquiera, sino por el excelente Sam Raimi, un viejo conocido de las películas Marvel que tiene una voz definida y reconocida al elaborar sus películas. ¿La fábrica de salchichas dejará que este chef consagrado trabaje a gusto o se perderá su autoría en la línea de montaje? Veamos cómo nos dejó este Doctor Strange in the Multiverse of Madness.
Cuando uno lleva su tiempo coleccionando historietas, empieza a entender que lo mejor no es seguir editoriales, ni personajes en específico. Lo mejor es seguir autores. El panorama norteamericano de las historietas de superhéroes tiende a saturar al lector, ya sea con números de relleno o eventos a granel, por lo que el lector empieza a identificar a sus autores favoritos, esos que le hablan directamente al alma, y comienza a seguir su trabajo sean cual sea la editorial que lo publique.
En cualquier otro hobby pasa lo mismo. Si te gustan los libros, sigues al escritor que más te gusta. Lo mismo en la pintura, las obras de teatro y por supuesto el cine. El tiempo te da la pericia para identificar calidad según tus propios estándares y darles prioridad a las producciones de Spielberg, Scorsese o al mencionado Sam Raimi, por poner ejemplos.
Esto se hace particularmente difícil cuando se trata del llamado Marvel Cinematic Universe, dado que el productor principal, Kevin Feige, ha optado por poner la marca por sobre el autor. Muy atrás han quedado los años cuando Kenneth Branagh imponía su tono de dramaturgo shakespeariano al primer film de Thor, o la onda de héroe pulp que insufló necesariamente Joe Johnston al Capitán América.
Todo esto se entiende por la ambición de tener cada film en un mismo tono, pero también perjudica la calidad de los mismos, dejando de lado la innovación y el atrevimiento, piezas claves en cualquier actividad artística, y dando productos muy parecidos entre sí que a veces parecen indistinguibles. A veces, el estilo del director logra romper estas barreras autoimpuestas, gracias a que él mismo está en sintonía con lo que pretende ofrecer el llamado MCU: entretenimiento sin complejos. Pero estos films son los mínimos.
Por eso es que la llegada de Sam Raimi a dirigir Doctor Strange in the Multiverse of Madness me generaba un nivel de expectación importante. Raimi no se mete en una silla de dirección desde el 2015, cuando dio el puntapié inicial la serie Ash versus The Evil Dead, el canto de cisne de la saga Evil Dead con la que Raimi entró al olimpo de directores norteamericanos. Así que tenerlo en la secuela de Doctor Strange era un lujo que solo debía darse en el papel, pero los astros se alinearon y aquí estamos. Y qué grata sorpresa.
Primero lo “malo”. El guion de la cinta, firmado por Michael Waldron, cumple con lo justo para justificar la aventura. Tiene las típicas cuotas de humor fácil, cameos que no aportan mucho y la adición de elementos que solo sirven para guiñarle el ojo a los espectadores que no se han perdido nada de lo producido Kevin Feige desde la primera Iron Man. Sin entrar en territorio de spoilers, Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) tiene que lidiar con alguien que pone en peligro el llamado “Multiverso”, un conjunto de infinitas realidades alternas a la nuestra que son similares y diferentes a la vez, y velar que este singular equilibrio no se rompa para que nadie muera en el colapso.
Para ayudarlo, están viejos conocidos del Doctor: su mentor y Hechicero Supremo simplemente conocido como Wong (Benedict Wong) y Christine Palmer (Rachel McAdams), cirujana e interés romántico. Además, hay un nuevo aliado y pieza clave del entramado: América Chávez (Xochitl Gomez), una adolescente que tiene la particular habilidad de saltar entre universos, pero como todas las adolescentes de estas producciones, no tiene control sobre sus poderes. El guion es similar a un charco en la carretera, es decir, no es muy profundo, pero alcanza a cumplir con su trabajo para que no lo notes. Hay personajes que apenas están ahí y no ofrecen mucho, como el caso de McAdams, pero eso es algo que el MCU prácticamente lo ha convertido en un sello de aprobación. Sin embargo, también hay suficiente espacio para dejar que Raimi nos ofrezca lo que sabe hacer.
Debo decir que, al principio, no estaba tan entusiasmado por cómo se estaba desarrollando el film. El primer acto es similar al de cualquier película de este tipo, sin mayores pretensiones que sacar un par de risas en el proceso. Pero conforme empiezan a pasar los minutos, Sam Raimi comienza a levantar el guion a base de puro cine. Nos llena de zoom dramáticos, ángulos holandeses, transiciones imposibles, sonidos de ultratumba y todos los recursos que Raimi ha desarrollado en su carrera.
Así es como Doctor Strange in the Multiverse of Madness se torna en un film con legítimas sorpresas, gracias a lo bien ejecutadas que están las escenas de acción, dándoles un ligero toque de terror humorístico que solo el autor de Army of Darkness puede dar. Para el acto final de la cinta, ya no es un film del MCU, sino un film de Sam Raimi, que ha podido inyectar su cinema a un producto que debería ser uno más en la línea de ensamblado.
Acompañando a buen Sam en su tarea cinematográfica, está Danny Elfman en la música. Un viejo colaborador de Raimi que, si bien no ofrece nada que no se haya oído antes, es aprovechado por el director de manera inteligente. Hay una secuencia en particular que involucra un duelo musical y es para darse un “chef kiss” en medio de la función.
Debo decir también que el final de la cinta no es tan satisfactorio como debería ser, debido a la necesidad de continuar la historia en otra película o serie, pero Raimi lo ha entregado todo en la cancha a esa altura, dejándome gratamente satisfecho con el resultado general. Algo que no me pasaba en mucho tiempo con este tipo de cine.
Doctor Strange in the Multiverse of Madness es un excelente entretenimiento. Un guion que estaba destinado a perderse en la mediocridad de otro director, es elevado por uno con estilo y carrera. Acompañado de colaboradores habituales y nuevos aliados, Sam Raimi ha hecho suyo un film que tiene todas sus marcas habituales. ¿Y saben qué? Yo en lo personal lo extrañaba. Es bueno tenerte de nuevo, Sam. Ahora, como decían en esa vieja película...
Play it again, Sam…